Hace años conocí a un músico
nigeriano que sostenía que la diferencia que se hace en occidente, entre cantar, tocar un instrumento y bailar, no existe en su cultura. Cuando allí se habla de música es imposible entender dicho concepto de manera fragmentada. La música implica tanto sonido como movimiento, ese es el tema. Con esta reflexión pretendo dar cuenta de una actividad realizada en la
UNED, el día 18 de mayo, como parte del proceso formativo del programa
Euromime. En la ocasión, la académica
Pilar Lago, condujo un innovador taller de música,
musicoterapia y expresión corporal. Básicamente se trató de conducir a los
participantes en un proceso de expresión y reflexión en torno a la importancia educativa de la música.
Prácticamente todo fue bajo una metodología de taller, donde cantamos, bailamos y nos fuimos descubriendo cada uno y entre todos. Al finalizar, ella nos entregó una pequeña propuesta teórica sobre las ISO (Identidad sonora). Queda como tarea reflexionar respecto de cómo dichas especificidades son incorporadas en los procesos educativos.
Como potencial
replicabilidad, podría decir que normalmente en mi experiencia de aula, he tratado de incorporar ejercicios colectivos de expresión corporal, teatral en fin,
representacional. El
funcionamiento de estos ejercicios siempre resulta atractivo para los
participantes, aún cuando a veces genera una tensión inicial y un componente crítico ¿qué tiene que ver esto con lo que estamos estudiando? Esa es la respuesta que todo procesos didáctico debiera ser capaz de responder
autónomamente.
